Tradicionalmente, el invierno era una época para contar historias. No había mucho que hacer en el campo. La escarcha, la nieve, la lluvia y el frío mantenían a la gente dentro de sus casas. Era una época para reparar sus herramientas, una época para confeccionar cestas y remendar la ropa; una época para sentarse alrededor del fuego. Era una época para recordar los mitos y leyendas, los cuentos de hadas, y también una época para recordar los relatos del clan; así como la verdadera historia.
El Arte también tiene una historia. Tiene lo que llamamos una historia mito-poética, una historia de mitos y leyendas, de imaginería arquetípica. Y tiene una historia de historiadores, una historia de gente real, de documentos existentes y acontecimientos constatables. Considero que ambas versiones de la historia son igualmente válidas, igual de importantes y útiles, pero en ningún momento debe de confundirse una con la otra. Tampoco debe de usarse ninguna de las dos versiones de forma inapropiada. Y, por supuesto, es importante mantenerse informado de las últimas evidencias históricas.
Una persona que ha invertido una gran cantidad de esfuerzo en la documentación de una correcta visión académica de la historia del Arte, es Ronald Hutton, catedrático de historia en la Universidad de Bristol. En este artículo, me gustaría presentar una visión general de uno de los capítulos de su libro «The Triumph of the Moon», así como algunas de mis propias cuestiones, percepciones y conclusiones.
El capítulo que he elegido trata sobre el tema del «Arte Hereditario», sobre la Wicca antes de que se convirtiese en Wicca: trata sobre las personas que practicaban lo que hoy en día llamaríamos «brujería» antes de que llegase Gardner. El capítulo se titula «Finding Low Magic» y trata de personas reales que vivieron entre 1740 y 1940, antes de que Gardner publicase su trabajo, y quienes practicaban magia, hechizos y similares.
¿Se les llamaba brujas?
En el capítulo 6, «Finding Low Magic», Hutton revisa las evidencias de la magia menor (N. del T.: literalmente «Baja Magia», en contraposición a «Alta Magia», o magia ceremonial), y examina tres grupos bastante distintos que hacían uso de magia y hechizos:
- gente sabia (o «cunning folk»), personas alfabetizadas de clase media, comerciantes, artesanos y maestros
- curanderos (o «charmers»), a menudo personas de clase baja que practican magia
- brujos, individuos antisociales que practican magia negativa para sus propios fines
Estos era los «practicantes de magia operativa en Inglaterra y Gales entre 1740 y 1940» (p. 48). Eran astrólogos, videntes, mujeres sabias, hombres sabios o magos, curanderos, conjuradores, «dyn hybys» (Galés) o «pellar» (Córnico, se cree que viene de «expeller», aquel que destierra a los espíritus malignos), pero no «brujos». «Los propios coleccionistas de folclore a menudo utilizaban el término “bruja blanca” [para gente sabia o curanderos], pero esta formulación era muy inusual en el vocabulario de la gente común, para los que la palabra “bruja” casi siempre hacía referencia a alguien que realizaba magia para sus propios fines, o en busca de beneficios o por pura maldad» (p. 86). Estas personas sabias también tenían una empleo regular.
La gente sabia
Hutton edifica este capítulo sobre el trabajo de Owen Davies, además de suplementarlo. Davies introdujo el término «cunning folk» (o gente sabia), y reunión 41 casos de estudio: practicantes de género masculino, principalmente comerciantes y artesanos; el resto eran herboristas y maestros. Las mujeres eran poco comunes, principalmente casadas o viudas, aunque igualmente exitosas a nivel comercial. La razón para buscar únicamente personas de clase media era que «la alfabetización y el aprendizaje eran percibidos como habilidades integrales para la mayoría de las formas del arte popular» (p. 87). Hutton presenta breves estudios de caso de más de una docena de estas personas sabias (o «cunning folk»), con una visión general de sus diversas prácticas, anécdotas y similares.
La fuente de conocimiento
«El indicio externo de sus habilidades era el hecho de que poseyesen libros, una distinción inmediata…» (p. 90). Estos libros era principalmente obras que versaban sobre astrología, herbología, medicina, encantamientos, magia ritual, cartas astrológicas, y en ocasiones las Claves de Salomón. Autores como Cornelio Agrippa, Michel Nostradamus, Reginald Scot, William Lilley, Francis Barrett. Sin embargo: «La gente sabia escribía sus propios libros de notas» (p. 92), por ejemplo «un libro de conjuros con grandes cierres y esquinas de latón; un elaborado libro de encantamientos y recitaciones». Algunos de estos se conservan en archivos nacionales, como la Biblioteca Nacional de Gales. La gente sabia compraba sus propios libros, a menudo por correo, desde Leeds o Londres. Los curanderos (o «charmers»), por el contrario, normalmente recibían sus sencillos encantamientos a través de transmisión personal, ya que escribir dichos encantamientos disiparía su poder (p. 94).
Técnicas mágicas
Los curanderos ( o «charmers») se limitaban a curar tumores o sarpullidos de la piel, facilitar la curación de heridas, detener hemorragias; todas las aquellas dolencias que son muy receptivas a la sugestión mental, y a menudo con una probabilidad de éxito prácticamente absoluta.
Los practicantes de magia hacían uso frecuente de espejos, cristal, vasijas de agua, etc… para que el cliente mirase dentro de ellos, hasta ser capaces de ver quién los había embrujado, o quién les había robado, lanzado rumores contra ellos, y demás.
Los hombres sabios utilizaban el fuego para quemar un polvo o incienso especial y purificar casas, personas y animales. El corazón de un animal podía clavarse con alfileres, quemarse o asarse. Los mechones de pelo y las uñas podían ponerse en una botella, hervirse y enterrarse. Las efigies de cera también eran usadas para vengarse de una bruja que hubiese puesto una hechizo sobre una vivienda. Aparte de esto, también se usaban amuletos, talismanes, pociones y cataplasmas, horóscopos, lecturas de cartas y hojas de te, ilusionismo, ventriloquía y juegos de manos. «Sobre todo, ideaban hechizos y ritos a su antojo, según su talento creativo y las necesidades de los clientes» (p. 97).
Logias y covens
«¿Trabajó la gente sabia alguna vez en conjunto; o se reunía en logias, hermandades o covens? La respuesta parece ser casi completamente negativa…» (p. 98). Hay excepciones, como las parejas de marido y mujer, o un encuentro de hombres sabios en Manchester, a principios del siglo diecinueve. Pero, en general, la gente sabia competía entre ella, y su arte era un negocio complementario a su empleo regular.
Hay gran cantidad de referencias a brujas, pero estas son oponentes de la gente sabia: «individuos que poseen poderes mágicos y que deciden hacer uso de ellos de forma maliciosa contra vecinos, por venganza o entretenimiento» (p. 98). Los coleccionistas de folclore, por otro lado, se refieren a la gente sabia como «brujas blancas», confundiendo el asunto y haciendo uso de una palabra que esas personas nunca llegaron a usar.
La brujas siempre trabajaban solas. Hay excepciones: en el extremo de Cornualles, se creía que las brujas se reunían en la Víspera de Pleno de Verano para festejar. Es posible el contacto marítimo con Francia o España implantase esta idea, inusual en Inglaterra. Por ejemplo, la palabra Sabbat era usada por demonólogos franceses y alemanes, y no se encuentra en el folclore inglés de los siglos dieciocho o diecinueve.
Otras creencias incluyen las convenciones de brujas en Lincolnshire, en Dorset, y al sur de Staffordshire, donde «cada noche de Pleno de Verano todas las brujas del mundo se reunían bajo la luna para determinar el destino de los mortales durante los siguientes dice meses» (p. 100). También existen algunos indicios de contacto social entre brujas. Pero se limitan a raras excepciones. En general la bruja era una figura aislada y anti-social. La palabra coven era desconocida. Esta palabra tiene origen escocés, pero incluso allí tampoco era muy popular, derivando de un caso de brujería atípico y muy sensacionalista, el caso de Isobel Gowdie en 1662. La palabra ha sido popularizada a través de académicos y escritores.
¿Una creencia?
En general, las creencias de la gente sabia «no reflejaban una única cosmología, sino que estaban compuestas de pequeños fragmentos de otras muchas» (p. 101). De modo que creían básicamente lo que la mayoría de la gente creía, y eran principalmente cristianos, aunque con el añadido de lo que hoy en día llamaríamos «superstición». Los amuletos y hechizos también tenían un carácter muy cristiano: por ejemplo, la Biblia era usada más como libro de hechizos que como un mensaje teológico. No hay ningún registro de la existencia de un sistema de creencias pagano en esta época.
¿Arte Hereditario?
Los talentos de la gente sabia (o «cunning folk») eran individuales, como el talento para la música o la belleza. Como mucho, este talento duraba una o dos generaciones (p. 103). Los curanderos (o «charmers»), que usaban determinada habilidad para curar una dolencia en particular, frecuentemente pasaban este conocimiento a la familia o amigos cercanos. En ocasiones, se suponía que las personas nacían con el don. En West Country los amuletos debían de transmitirse entre miembros del género opuesto.
En el caso de las brujas, tendía a operar en familias, aunque esto podría haber sido simplemente porque la familia tenía una mal nombre. También existía la creencia de que el poder ha de ser transmitido cuando una bruja se encuentra cercana a la muerta.
Ricos y famosos
- Los curanderos (o «charmers») veían su poder como un don, de modo que normalmente no aceptaban pagos, sólo obsequios.
- La gente sabia (o «cunning folk») cobraba una tasa fija; normalmente una baja para la persona pobre y una alta para la aristocracia.
- En general, estas personas eran exitosas a nivel comercial y tenían unos ingresos cuantiosos; nótese que también tenían una empleo corriente, y podían vivir cómodamente.
¿Persecución?
La Ley contra la Brujería de 1736 estipulaba como delito el hecho de llamar bruja o brujo a otra persona, y contemplaba las penas para personas que afirmasen practicar magia, hasta un máximo de 1 año de prisión. Sin embargo, durante el resto de ese siglo la ley permaneció en desuso (p. 107). En 1824 la Ley Vagrancy ilegalizó a personas que practicasen la adivinación o cualquier otra cosa, como la lectura de manos, con la intención abusar de la amabilidad la gente o engañarla (p. 107), y esta ley fue ejecutada e hizo la vida mucho más difícil a la gente sabia (o «cunning folk»). La persecuciones aumentaron con la implementación de fuerzas policiales profesionales en cada condado en 1951, pero también ayudaron a erradicar el acoso a las posibles brujas. La persecución era causada normalmente por clientes insatisfechos a los que se les había cobrado una cantidad exorbitante, pero la mayoría de gente sabia que cobraba tasas normales no tenía problemas. El declive de las persecuciones alrededor de 1900 continuó hasta que ambas leyes fueron abolidas en 1951. De modo que estas leyes nunca tuvieron un impacto real: «la gente corriente valoraba demasiado la magia» (p. 109).
¿Un declive?
La astrología, la herbología, la lectura de cartas, la sanación espiritual; todas ellas sobreviven aún y han estado siempre ahí. Pero las etiquetas han cambiado, a homeopatía, hipnoterapia, aromaterapia y demás. De modo que, la profesión aún sigue ahí, pero su nombre ha cambiado.
Resumen personal
Hutton considera una paradoja el hecho de que la gente sabia, la cual es considerada por las brujas modernas como muy relevante para la brujería ¡fuese, de hecho, la menos relevante! (p. 111). Y en lo que respecta a las características como la religión o las reuniones de coven, está en lo cierto: la gente sabia (o «cunning folk») no tenía una religión pagana separada, ni se reunía en grupos, ni tenía iniciaciones, ni trasmitía cosas dentro de la familia, ni nacía con el «don» o cosas parecidas. Al menos…claro está, si ignoramos todo el folclore «extraño».
Sin embargo, la gente sabia y los curanderos entre 1740 y 1940 ¡ofrecían los mismos servicios que hoy en día son ofrecidos por quirománticos, tarotistas, astrólogos, sanadores holísticos, herbalistas o terapeutas! Y tanto entonces como ahora, estas personas trabajan normalmente en solitario, suelen tener también un trabajo normal, ganan unos ingresos decente, están alfabetizados, aprenden de libros y unos de otros, no tienen habilidades heredadas ni las transmiten en su familia, no se reúnen en logias y covens, y su visión religiosa refleja la misma que la de la sociedad en la que viven; en el pasado esta era normalmente el Cristianismo, hoy en día es más bien la «nueva era»: Wicca, paganismo, chamanismo, hindú u otras formas de cristianismo más liberales.
Las brujas y brujos de hoy en día (wiccanos) a menudo ven desde esta perspectiva su «arte» (o «craft») como parte de la brujería (o «witch-craft»). Se especializan en una o dos de estas artes, como astrología o herbología, a fin de ayudar al prójimo. En este sentido, continúan (así como también lo hacen los terapeutas de la nueva era) la tradición de los hombres y mujeres sabias, la gente sabia (o «cunning folk») y los curanderos (o «charmers») de siglos pasados: ayudan al prójimo con técnicas naturales y mágicas, más allá de lo que la ciencia y la sociedad puede ofrecer.
De modo que no suscribo la conclusión de Hutton de que la gente sabia fuese la menos relevante para la Wicca moderna. Soy capaz de ver su contribución en al menos ¡la mitad de lo que la Wicca es hoy en día!
Lo que Hutton si apunta, es que los folcloristas denominaron erróneamente a la gente sabia (o «cunning folk») y curanderos (o «charmers») «brujas blancas». Asimismo, «Sabbat» y «coven» eran palabras importadas del continente o de Escocia respectivamente, y por lo general no eran usada en Inglaterra. Pero las propios individuos usaron la palabra «bruja» (o «brujo») entre 1740 y 1940 para el tradicional practicante solitario, malvado y anti-social.
La confusión sobre la palabra «bruja» está en auge también hoy en día. Más y más personas (¡y escritores!) creen que alguien que trabaja con plantas y piedras preciosas o hechizos básicos, practica «brujería» blanca o moderna. Sin embargo, esta ocupación no es más que un «arte» (una terapia), de forma muy similar a la gente sabia (o «cunning folk») que describe Hutton. Incluso un cristiano puede practicar ese arte, de la misma forma en la que la mayoría de la gente sabia de los últimos siglos eran cristianos devotos. Llamar a tales prácticas «brujería» resulta incorrecto en el sentido histórico de la palabra, como Hutton ha mostrado. También es incorrecto en el sentido moderno de la palabra, en el que prácticas como estas son, como mucho, la mitad de la brujería moderna o Wicca.
Hutton afirma que no existen evidencias de una religión pagana en esta época. Pero sí ofrece evidencias que resultan anécdotas para muchos practicantes y las cuales son comunes en la Wicca moderna, como las reuniones en grupos, la transmisión de poder, trabajar de hombre a mujer, no cobrar por el don, trabajar con magia, amuletos y hechizos. Las anécdotas son excepciones, y provienen de los tres grupos: la gente sabia (o «cunning folk», los curanderos «o charmers» y las brujas. Las brujas, en este contexto históricos, son los malvados y antisociales competidores de la gente sabia.
Un Dálmata…
La Wicca moderna ha asimilado, a todos los efectos, todo tipo de excepciones de estos tres grupos competidores, así como aspectos de los propios grupos, en una única filosofía de trabajo coherente. Ha incorporado la práctica o «arte» de la gente sabia; una práctica que, por supuesto, también continúa en la sociedad en general con todos los practicantes de «terapias de la nueva era». Ha incorporado el principio de no cobrar dinero y los hechizos sencillos de los curanderos. Y ha incorporado las excepciones del folclore sobre las malvadas brujas, como el hecho de trabajar en grupo, la transmisión de poder, trabajar de mujer a hombre, etc. La única cosa que no ha incorporado son los aspectos malvados, antisociales o solitarios de las brujas de siglos pasados. Sin embargo, este aspecto aún continúa presente en cierto modo: en forma de imagen arquetípica de la bruja (de cuento de hadas); una imagen que simboliza un cierto estado de desarrollo psicológico y espiritual con el que todos debemos de lidiar. Por lo general, se manifiesta como alguien que cae en la trampa de creerse «poderoso», o alguien que es cegado por el glamour de la Wicca.
Por lo tanto, la Brujería moderna o Wicca no es una simple continuación del saber popular o las prácticas de la gente sabia, ni de los curanderos, y sin duda tampoco de las malvadas brujas. Pero sí tiene ciertas cosas en común con todos estos grupos.
¿Es posible que el folclore, y las prácticas de la gente sabia, los curanderos y las brujas, sea reflejos fragmentados de una cuerpo de conocimiento y práctica más antiguo y coherente? ¿De la misma forma en la que los psicólogos, doctores y sacerdotes de hoy en día son diferentes grupos profesionales, realizando funciones que solían ser llevadas a cabo por chamanes, mujeres sabias o sacerdotisas de la tribu en tiempos prehistóricos? ¿Es la evidencia que ofrece Hutton más bien una descripción de varias ramas de un árbol, mientras que el propio árbol permanece invisible al historiador?
Gardner viajó extensamente por todo el cercano y lejano oriente. Pasó muchos de sus años en Ceylon y más tarde en Indonesia. Estaba bien versado en magia popular, y escribió un libro sobre los Kris. Ya tenía una conexión espiritual con la diosa. Véase su biografía «Gardner: Witch» y su propio libro «A Goddess Arrives».
Si alguna vez existió tal antigua tradición que pudiera será considerada la precursora de la brujería moderna, el conocimiento y los intereses de Gardner le colocaron en una posición privilegiada para reconocer los restos de este antiguo patrón detrás de retazos supervivientes como la gente sabia, los curanderos o las brujas. Hubiese sido capaz de ver de forma intuitiva el contorno de esta antigua tradición. Hubiese sido capaz de reconocer el árbol invisible, a través de contemplar las ramas y las hojas diseminadas de forma dispar. De la misma forma en que un arqueólogo puede ver el contorno de un edificio en los colores de las plantas de prado. Y de la misma forma en que tu y yo podemos reconocer al dálmata en los puntos dispersos de esta imagen. Sí, los puntos podrían representar algo más. Sí, podrían ser aleatorios. No, el contorno del perro no está presente. Pero ¿alguien duda de lo que representa?
El interés de Gardner durante toda su vida en el folclore y la magia podrían haberle dado el empujón, para ser capaz de recoger y seleccionar correctamente de lo que para otros puede parecer «mero folclore». Puede ser que Gardner estuviese simplemente «conectando puntos» en una imagen que era bien clara en su mente. Una imagen, establecido durante muchos, muchos años de contacto con la magia popular de todo el mundo, y muy probablemente inspirada por la Diosa a la que amaba. En lo que a mí respecto, y juzgando en base a la fuerza y la vitalidad de la Wicca, esto es justamente lo que hizo Gardner.
Wiccan Rede
Invierno 2011
HUTTON, Ronald; The Triumph of the Moon: A History of Modern Pagan Witchcraft. Oxford University Press,www.oup.com ISBN 0-19-820744-1